¿Tiene sentido que me llamen Noviembre si ya no hablo de ti?


Los domingos me traen lo sinsabores de los pensamientos de toda la semana. El nudo en el estómago ante el nuevo abismo del pasar de los días. El aburrimiento de las tiendas cerradas, las calles con sitio donde aparcar, las parejas agarradas de la mano. Domingo de lectura, de canciones absurdas, de ordenar apuntes y de pensar una y otra vez en todo lo que tengo que hacer... pero sin hacer nada. Debería estudiar la manera más fácil y rápida de marcharme de éste suburbio, aunque hoy el barrio está cálido, como yo. Aquella historia de la muñeca que necesitaba una pila para andar, ha perdido sentido. Todo el sentido. Se marcharon las mariposas, la necesidad de sentir cerca lo desconocido, el dejarse llevar, las palabras que sólo dos personas en el mundo podrían entender. Por irse, se ha ido hasta el miedo que llamaba a mi puerta cada segundo.