Des-varíos.



El autobús, como siempre, abarrotado de estudiantes que van a clase y se pierden en la música por las mañanas. Señoras a trabajar. Hombres trajeados con un maletín lleno de objetos grises, como ellos. Relojes cuyo sonido es más importante que el del corazón, al menos a estas horas. Tonos de móvil pasados de moda sonando muy alto. Aquí estoy, no tardo, hay un atasco. En la ventana, una señora mayor mira el tráfico diario con ojos somnolientos. Su 'ella' de hace treinta años le saluda desde el reflejo del cristal. Estaba preciosa ese día, recuerda. El tiempo se escapa mientras ella lleva a cabo su ritual diario. Café, televisión, revisar las cartas, mirar al techo. El portero está arreglando el suelo y saluda desde la ventana. Ella está tan sola que aprovecha cualquier momento para contar un poco de su vida. Algo que le quema. ''Mariano, esta mañana está muy fría, el perro se queja bastante, cuanto tráfico, te acuerdas cuando... y ya son treinta y siente años en este edificio. Cuando mi marido se levantaba para irse a trabajar le gustaba que le hiciera un café bien cargado, siempre se lo tomaba muy rápido... siempre iba con prisa, siempre.'' Los años pasan, y al final acabamos recordando cosas que nunca habríamos pensado en su día. Tantos trayectos en autobús hacia tantos lugares. Esa señora se perdía en sus recuerdos y en la fotografía de su boda colgada en la habitación. Estaba radiante. El siempre tenía prisa. Acabamos por olvidar los rostros, los momentos, pero en la imperfección del tiempo algo aparece moviéndote por dentro. Los pequeños detalles. En aquella mañana rutinaria todo había sido como siempre pero algo había cambiado. Volviendo en la marabunta del medio día volvió a verlo todo. Caos gris. Sonrisas azules. Había comprendido lo que hace el paso del tiempo, las arrugas del corazón, la soledad que no es escogida. Galletas para desayunar... ''Mariano, él siempre tenía prisa. Y odiaba darme besos en público, le daba vergüenza. En casa me mataba a besos. Sabes, su sillón sigue tan vacío como siempre. Se tapaba con la manta verde..." Buenos días, esta mañana está muy fría, ¿verdad?

Y aquella mujer era mi abuela, recordando siempre los mejores momentos. Ayudándome, inconscientemente, a comprender que la vida solamente es una sucesión de momentos que algún día recordarás con alegría.