Revoluciones bajo la piel.


No importa amanecer en una cama desconocida si cuando miras por la ventana sale el sol. Amanecemos cada día con la mente en un lugar distinto y las tardes de domingo tan cortas e infinitas a la vez que terminan con un café caliente y los ojos entrecerrándose otra vez. Conquistar el mundo sin movernos de la cama. Tú, que tenías tantos sueños por cumplir y yo que quiero hacerlos todos. Y ella, experta en finales trágicos, esta vez pensaba dejar la historia sin terminar. Dejaría todo en el aire o en tu espalda. Y esta semana no ha dejado de llover, los paraguas se negaban a aguantar todo el peso y se escondían, dejando a la gente empapada caminar sin refugio. Paradojicamente, las calles estaban más preciosas que nunca, inundadas por esa neblina londinense, esa que ha venido con el aire de los finales sin terminar. Habría sido un día perfecto para un crimen. El día perfecto para asesinar todos los recuerdos dolorosos, que lanzas por la borda las veces que lo intentaste y no fue a ninguna parte. Un buen día o una buena noche, para empezar de cero y pisar en cada charco desilusiones. Y al llegar a casa, silencio, pero esta vez la ausencia de jaleo era diferente. Vuelvo cargada de lluvia en las botas y con el corazón limpio dispuesto a ir de 0 a 100 en un segundo cuando te vea.