Cada parte de mi pretende olvidarte.


Cuando te fuiste, sin mirar atrás ni esbozarme una sonrisa, sin siquiera decirme un adiós o borrar esa lágrima que resbalaba por mi mejilla. Fue cuando te fuiste fue cuando yo te empecé a amar. Cuando te rechacé lo hice porque te quería más que mi vida entera, porque entendías cada paso y cada compás, sabías por qué a veces una debe abandonar el escenario sólo para entrar después. Cuando te fuiste comprendí que los protagonistas a penas piensan, que son limitados y que respiran fuerte. Cuando te fuiste entendí que que voy de puntillas para no alterar a todos esos monstruos, que me vigilan y perturban, que me ponen un motor justo en las alas y me enseñan a huir con cara de susto y el corazón rebotando en mis costillas.


Cuando te fuiste, ¿cuándo te fuiste?, fue exactamente como dijiste, como si no hubieras existido nunca. Y ahora cualquier sustituto me sabe a mar, a un azul tan oscuro que me hace llorar. Nunca parece suficiente al lado de tu recuerdo, nunca parece suficiente aunque seas más borroso que una noche de borrachera.